Para cierta gente de edad en la que me incluyo, novelas como las que reseño hoy, pueden verse como un proceso de liberación. Philip K Dick nunca vivió para ver publicado Nick y el Glimmung, novelita muy original y en cierto modo juvenil, que recientemente ha publicado el siempre recomendable sello de literatura fantástica Minotauro. Es una solemne incursión en el mundo de la Ciencia Ficción “casera” con una prosa de tendencia muy natural y atrapante como solo los maestros como Dick sabían hacer.
Como os decía, Nick y el Glimmung es la única novela juvenil de Philip K. Dick publicada post mortem. Además, hasta el momento había permanecido inédita en castellano. Una historia de las que siempre me gustaron. Muy rica en glosario, compendio, es decir, en todo tipo de criaturas fantásticas que aparte de nuevas son extrañas, maravillosas, y lo mejor de todo, aterradoras. El aporte ético sobre el bien y el mal es innegable. Quien conozca a Philip K. Dick sabe de sobra que sus historias de CF siempre-siempre esconden un mensaje que trasciende o hace referencias a problemas internos del ser humano. De tramas filosóficas se les suele tildar. Yo no llego tan lejos. Es capaz de crear fantasía mágica que llega a tu corazón y cautiva, a la vez que es capaz de orientar al lector en ciertos temas. Incluso en esta historia juvenil intenta hacer un esfuerzo por que seamos considerados con el prójimo; ya sea humano o animal. El mensaje es claro.
Pero mientras tanto, disfrutar con una historia ya curiosa desde el principio, Dick nos lleva a un planeta Tierra muy singular. La novela comienza con Horace, el gato, un felino que está escribiendo una novela para niños. Un momentazo donde ya como lector pensé: «¿Una criatura que es en realidad el autor?». Esto ya mola. Pero como por desgracia, este tema jamás lo sabré; sigo. Se cuenta la historia de Nick, un chico encantado con su querida mascota, el gato. El problema es que los gatos, así como los perros o cualquier otro animal de compañía, no son admitidos en ese supuesto planeta Tierra de alguna época futura donde Nick reside. Así que no le queda otra que buscarse un nuevo hogar, un planeta donde su mascota no sea perseguido como a un delincuente. Pero el problema no está en irse, están en dónde irse. No es fácil dar con las coordenadas precisas de un mundo libre de restricciones insensatas. Por no decir, un lugar donde resida la paz. Busca y busca, pero al final, el planeta que los espera está lleno de nuevos peligros, inmerso en una guerra interminable y donde un nuevo inquilino, sin duda, es un enemigo.
Philip K. Dick (1928-1982) fue un prolífico escritor estadounidense, que influyó bastante en el género de la Ciencia Ficción. Dick trató temas como la sociología, la política y la metafísica. Toda una serie de temas semiocultos entre sus escritos: empresas monopolistas, gobiernos autoritarios y los diferentes usos que un futuro le pueda dar a la conciencia del ser humano. La novela El hombre en el castillo, galardonada con el Premio Hugo de 1963, fue unos de los máximos estandartes de su obra. Pero luego vinieron otras muchas tramas que incluso últimamente hemos podido ver llevadas (tarde) a la gran pantalla. Toda una vida literaria de treinta y seis novelas y más ciento veinte relatos cortos encumbran a Dick, como uno de los grandes autores del género.
Ni que decir tiene que no me pensé dos veces en hacerme con Nick y el Glimmung, cuando me enteré de su publicación. Dick es sinónimo de calidad. Expresiones bidimensionales, las esperanzas truncadas de un niño, todo aliñado con encuentros con wubs, trobes, nunks, spiddles, werj, klakes y por supuesto el glimmung; criaturas de pesadilla que quizás brotan de una hipotética Alicia en del País de las Maravillas dickensiana. Los adultos en esta novela están ausentes. Pero aparecen en la medida que pueden aparecer. Al otro lado del libro.